
Un día de pronto conoces a alguien de quien te enamoras.
Con el tiempo poco a poco empiezas a conocerle y él a ti.
Durante ese tiempo compartes experiencias de tu vida, tan duras como traumaticas que ni siquiera han cicatrizado, sin darte cuenta al compartirlas volverán a abrirse en tu vida y arrastrarte a ese pasado.
Sea como sea fue una de aquellas experiencias en las que fuiste victima y de pronto en el momento que más feliz debes estar con tu nueva pareja, se abren todas aquellas y nuevas heridas.
Además surge un embarazado tan inesperado como poco buscado, en una de las etapas más difíciles, conflictivas e insoportables de la relación.
Si ya no era todo más que suficiente además el embarazo conlleva enfrentarse a la completa soledad de querer seguir con él sola adelante y tener que guardar reposo pues transcurre con amenaza de aborto.
Sientes que el mundo te cae encima partido en millones de pedazos y es tan grande el impacto emocional, mental y corporal que apenas puedes resistir tantos cambios y tanto dolor.
Aún recuerdo mis deseos de ser madre y mi primer embarazo, aquel que tanto desee y que cuando llego a mi vida deseaba que no hubiese llegado.
Sin trabajo, en una relación conflictiva y casi destructiva, además llegaba para vivirlo en la completa soledad e incomprensión de seis meses de reposo absoluto con amenaza de aborto para finalmente perder a mi Lucía.
Hoy tengo a mis espaldas la experiencia de vivir tres embarazos con una persona con quien era imposible tener una relación de pareja, donde todo eran conflictos y desavenencias, dolor, sufrimiento, desolación y en donde las partes buenas no podían compensar tanto sufrimiento e incomprensión.
Aún así elegí seguir adelante con mi sueño de ser madre, así que viví una experiencia difícil tras el nacimiento de mi hija y sus primeros años de crecimiento.
Afortunadamente hoy he sido capaz de redirigir toda aquella conflictividad para dejar atrás una vida y poder ofrecerle a mi hija otra totalmente diferente.
Es necesario detenerse a pensar respecto de las decisiones que tomamos en nuestra vida, en especial porque al hacerlo condicionamos las vidas de nuestros hijos/as, pagando muchas veces pobres inocentes incluso con sus propias vidas.
No soy quien para decirle a nadie que debe hacer, si bien es cierto la mejor elección va de la mano de la emoción y la razón unidas, aunque en situaciones extremas es necesario dejar de lado nuestra gran emoción para pensar con un realismo aplastante que no condicione el resto de nuestra vida y del que ya no tengamos salida.
Las duras experiencias de mi vida fueron dando respuesta a las formaciones elegidas, para tener herramientas y poder afrontar mi vida, también para poder ayudar a otras personas.
He tenido momentos para todo y siguen habiendo muchos realmente complicados, a los que siempre le pongo mucho amor y sobre todo esperanza, además de compasión y una dosis extra de perdón.
Decidas lo que decidas, pase lo que pase, voy a estar aquí, no para juzgarte, ni decirte que debes hacer, sino para acompañarte en aquello que decidas, pase o no puedas evitar, pues es tu vida y sin duda haces con ella lo mejor que sabes y puedes en cada momento.
Recibe de mí un lote infinito de fuerza, valor, coraje, amor y esperanza, además de toda mi admiración.
Estoy contigo ahora y estaré contigo de la forma que necesites y quieras.
Un fuerte abrazo directo a tu corazón y también al corazoncito que late dentro de tu vientre.