Vivimos en una sociedad donde sólo suelen ser bien aceptadas las emociones positivas pero si te ven llorando te etiquetan de mimoso/a o llorón/a.
Las lágrimas están a flor de piel en una persona o niño/a altamente sensible, es fácil que llore de tristeza, dolor e incluso también de alegría.
Aún escucho decir a los docentes que los niños/as no lloran porque ya eres grande y yo le insisto a mi hija, llorar es tan aceptable como reír, es una emoción que no se debe reprimir y un gran manifiesto de ser humano y tener sentimientos. «Mamá suele llorar mucho le digo, aunque ella ya lo ha visto».
Conseguir que nuestra sociedad nos permita ejercer el derecho constitucional de la libertad de expresión esta muy condicionado, entre otros en función de nuestro sexo, edad y también categoría social.
Hace falta un gran trabajo y labor de educación emocional, no sólo en colegios sino también en adultos, en general en toda nuestra sociedad.
Responder a la pregunta ¿cómo estás? parece estar limitada a dos respuestas: bien o mal, si fuera así la pregunta que harías sería ¿estás bien o mal?. Carecemos de vocabulario emocional para expresar como nos sentimos.
Socialmente se nos ha educado reprimiendo nuestras emociones, ocultando nuestros rostros, como en este cuento, Simón cansado de que le llamen llorón empieza a guardar en botes todas las lágrimas, como si llorar fuera algo vergonzoso.
Creo que este cuento puede servir para enseñar a nuestros niños/as y adultos altamente sensible a aceptar el llanto como una parte de nosotros, necesaria para dejar fluir, limpiar y ser libres de mostrar nuestras emociones.
De pequeña me solía gustar beber mis lágrimas, tenían un sabor amargo, un tanto peculiar y la verdad, niña o adulta no me he sentido avergonzada nunca de llorar en cualquier lugar, he llorado trabajando atendiendo al público, he llorado en el transporte público, he llorado en cualquier sitio con la misma naturalidad que sonreír o estar seria.
El problema no esta en cambiar a los demás, sino en aceptarnos y ser como somos sin esperar la aprobación ni el reconocimiento de otras personas. Ese será un buen comienzo para que llorar se termine viendo con esa simpleza, no de que seas un llorón/a o un mimoso/a, malcriado/a y todas esas variables y matices que han ido incorporando por no saber ver más allá de ese comportamiento.
Es como un iceberg, si haces como el titanic te hundirás, pero tú sabes que lloras porque no lo puedes evitar y además que se trata de una emoción como otra cualquiera. Sabes el porqué y lo comprendes, centrate en eso y enseñale así a tu pequeño/a, no tienes que ser tú adulto o niño/a altamente sensible quien te sientas hundido/a o mal por llorar.
Recuerda el iceberg y el titanic, tu llevas el chaleco salvavidas incorporado.